Centro Cultural Quinta Montes Molina

Premio de participación: Premio Panamericano
Categoría de participación: Intervención en Arquitectura Patrimonial o de Interés Patrimonial
País de representación: México
   Autores: 
Arq. Gustavo Carmona
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Arq. Lisa Beltrán
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Arq. Karla Uribe
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Arq. Gustavo Xoxotla
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Arq. Luis Felipe Márquez
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Arq. Mathías Henry
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Arq. Raybel Cueva
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Arq. Yaatzil Ceballos
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Arq. Sandra Ciro
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Arq. Teresa Berumen
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Arq. Edgar Dzul
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%tratamiento% Magaly Morales
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%tratamiento% Miguel Ramírez
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%tratamiento% María Castelazo

Memoria

La Quinta Montes Molina es una construcción de inicios del siglo XlX, mantiene su estado original. Para el año 2015 se construyó un pabellón adyacente a la Quinta. El proyecto resultó ganador en la Bienal de Arquitectura de la Ciudad de México en el mismo año, en la categoría de cultura, tanto por su diseño como por la generación de cambios positivos en la propiedad en el entorno de la capital yucateca, enfatizando su rol como condensador de la cultura, la identidad local y el espíritu comunitario. El plan maestro del proyecto estudió el contexto del momento que vivía Mérida, así como el comportamiento de sus habitantes, y de ahí se propuso la construcción del centro cultural, iniciando así un proceso de casi seis años de planeación, estrategia, financiamiento, diseño y ejecución. Con ello, se estableció un programa adecuado que entendió perfectamente la relación entre la Quinta y la ciudad, que permitió la generación de modelos de negocio para entender el proyecto como una economía circular con recursos propios para las actividades culturales. Se formó, además, un consejo externo para el diseño de una agenda cultural, sus políticas y una institución encargada del proyecto. Los propietarios de la Quinta, la familia Montes Molina, buscan que el lugar sea un legado cultural a la ciudad y la comunidad. De este modo, el diseño propone una serie de pórticos que generan recorridos y envuelven espacios públicos exteriores y armónicos- El proyecto busca generar un espacio público que suma acciones de esparcimiento, cultura y socialización en espacios abiertos y semi cerrados, pero con completa apertura a las áreas exteriores que procuran la completa y continua ventilación, esto responde a la experiencia vivida durante la pandemia, entendiendo la arquitectura como parte medular de la vida colectiva, en la que convergen diferentes tipos de aportación, cuidado y soporte comunitario de ser necesario. La materia espacial, se vuelve importantísima para pertenecer a la historia desde otra trinchera, se han creado atmosferas nuevas, sí con la arquitectura, si con la naturaleza, si con elementos tectónicos que dan al usuario un refugio en el exterior. Los programas articulados por los pórticos incluyen un espacio público principal para eventos culturales al aire libre, una terraza y espejo de agua, un café-librería y áreas de baños, servicios y cocinas para los banquetes que se realicen en el pabellón. En planta alta se añaden dos terrazas, oficinas administrativas y un espacio destinado para galería de arte y usos múltiples. Adicionalmente, la galería de arte principal se localiza en el jardín de La Quinta, fungiendo como transición entre los espacios que ya existían, la casa y el pabellón, con los nuevos. Se determinó hundir este espacio para no competir con el pabellón y privilegiar las áreas de jardín, utilizando su techo como terraza. Abajo, su espacio protege las obras de arte de las condiciones ambientales. Genera tableros y marcos que hablan de aquellos que conforman los accesos a los espacios interiores de la Quinta. Este proyecto no fue un proceso fácil.

Planos