Un paralelepípedo envuelto en una malla de aluminio sobresale del suelo. En referencia al «cannage», técnica de tejido sobre un bastidor utilizando cañas de ratán, esta malla actuando como moucharabieh evoca nuestro mestizaje, con sus vínculos indefectibles entre las diferentes comunidades que han poblado las islas del Caribe. A pesar de los escasos medios asignados a la realización de este proyecto de 350 m², los guadalupeños de origen indio gozan ahora de un lugar simbólico en la forma, un prestigioso instrumento de memoria, intercambio y difusión de su cultura. La envoltura, compuesta por octógonos, permite filtrar la luz y dosificar los colores brillantes de una segunda capa de fachada de policarbonato alveolar. Este enfoque ha permitido rechazar todas las circulaciones en la periferia del edificio, liberando así un espacio central amplio, versátil y flexible. A través del prisma del «cannage» de aluminio, se proyectan octógonos en el suelo del pasillo y en las paredes de colores, que se deforman con la trayectoria del sol. Este monolito, situado al borde del manglar en la ciudad de Petit-Canal, se beneficia de una ventilación totalmente natural. El suelo de hormigón y el armazón metálico se han dejado en su estado bruto, pero los colores vivos de las paredes interiores recuerdan a la policromía del madrás, un tejido de colores muy utilizado en Guadalupe, originario de la ciudad de Madrás, en el sur de la India, y traído por los primeros indios que llegaron a Guadalupe en 1854. Antes de su inauguración en 2018, el Centro Guadalupeño de Cultura Indiana ya había recibido a su primer visitante: Mahatma Gandhi, congelado en el paso de su simbólica marcha de la sal hacia el océano Índico. Esta estatua de bronce, regalada por la Embajada de la India en París, se encuentra en la plaza principal, frente al centro, como recuerdo de uno de los movimientos de protesta pacífica más importantes de la historia de la humanidad.