El Covid 19 nos enseñó nuevas formas de comunicación que antes no las pudimos aprovechar. Tras estar confinados en casa ante una nueva realidad, los medios tecnológicos fueron un refugio y la solución para continuar con la educación. La modalidad virtual se convirtió en la única alternativa educativa. En la universidad esta modalidad nos mostró que las aulas pueden ampliarse a nivel internacional, donde se acortan las distancias para el proceso de enseñanza aprendizaje, haciendo posible la participación de profesionales de distintos territorios, con quienes se puede generar un intercambio de saberes y lograr una comunidad de conocimientos. Desde la parte docente se superaron varias complejidades, fue un reto aprender a manejar las plataformas virtuales mientras el año avanzaba. Fue un desafío construir los materiales didácticos docentes, sobre todo en el tiempo donde muchos profesores solo enviaban documentos de lectura y era difícil obtener un rendimiento óptimo. Los y las estudiantes ya estaban cansadas de solo leer o escuchar a sus profesores, dejando en el olvido la valiosa práctica con las manos. Es entonces que después de descubrir las bondades de las videoconferencias, entendimos que la educación virtual podía seguir innovando, gracias a la cámara no solo podíamos ver a la persona, sino también su entorno, lo que hace en su lugar de trabajo y aprendizaje. Allí se puso a prueba que la educación virtual no solo debía ser teórica, sino que podía ser práctica. De esta manera se pudo continuar con la transmisión de saberes teniendo como cómplices a amigos de Ecuador, Chile y México apasionados por la construcción con tierra, quienes amablemente compartieron sus conocimientos explicando la teoría y demostrando mediante la práctica. Los profesores previamente aprendieron y practicaron las propiedades de la tierra a escala, se visualizó variantes importantes que necesitaban de práctica previa para poder enseñar, con mucha destreza se hicieron los modelos a escala, allí la tierra mostró su versatilidad de trabajo, entendimos que no solo nos invita a ser conscientes y sensibles con el medio ambiente, también nos invita a poder sentir el material en distintas escalas y así poder dialogar con ella. Era un tema necesario y sanador sobre todo en el tiempo de pandemia, donde todos sufrimos de estrés por la rutina de encontrarnos frente al celular o un computador. En ese tiempo de intercambio de saberes en la comunidad virtual de conocimiento, gracias a solicitar y conseguir tierra, al sentirla ella pudo absorber esa energía del estrés a través de la práctica desarrollada, que tuvo como objetivo aprender la técnica de la tapia, adobe y bóvedas mexicanas. La tierra mostró sus ventajas y desventajas, las maquetas realizadas por las y los estudiantes fueron una guía para comprender el trabajo de los sistemas constructivos, además de aprender a ser pacientes y revalorizar las culturas constructivas, embarrarnos, volver a nuestra niñez, recordando a nuestros abuelos y abuelas. La tierra nos enseñó sus bondades como un material constructivo del pasado, que puede ser aprovechado para el futuro, solo hace falta conocerla, sentirla y comprenderla.