Al antropólogo le puede resultar fácil apoyarse en los mitos y las leyendas para interpretar el sentido de las magníficas construcciones con las que los amerindios transformaron la topografía de vastas extensiones del territorio peruano, pero para el viajero europeo, para un diletante ocioso como soy yo, el paisaje es laico o, para expresarlo con palabras de Mario Montalbetti, “Todo paisaje es ateo / Si el mar es una divinidad el mar no es paisaje”. Con estas palabras quiero expresar que la mirada paisajera es fenoménica; quien busca el paisaje debe ver el territorio con los ojos despojados de leyendas y creencias, contemplar formaciones geográficas, plantíos y cultivos, hechos físicos, construcciones (tanto naturales como artificiales) que lee e interpreta desde su experiencia cultural, que nunca es la experiencia de aquellos que, en lejanas épocas, construyeron estos sorprendentes paisajes.