Un plano, que proyecta una sombra, sobre el agua. El pabellón flotante representa una obra sin límites claros, sin principio ni fin, mimetizada en el paisaje, sobre el territorio difuso y reflexivo de las aguas de una presa en el interior de São Paulo. El deck y la cubierta cerámica preexistentes se quedaron pequeños para atender las actividades náuticas y de ocio de la presa, requiriendo una propuesta de ampliación. Por eso, se planteó una mayor cobertura en tejas metálicas termo acústicas, sostenida por una estructura de madera laminada encolada (MLC). En esta técnica, las piezas principales se preparan en fábrica y se ensamblan en la obra, proporcionando un montaje más rápido, precisión en los encajes y mayor resistencia. A los laterales de la cubierta se propusieron elementos móviles, con lamas de madera y estructura de metal, para adaptarse al paisaje y también al bloqueo de la luz solar y del viento durante todo el día. El pabellón flotante, por tanto, se caracteriza por una única cubierta implantada sobre un deck, configurado únicamente por dos planos, suelo y techo, que a su vez garantizan el láser y la contemplación. La arquitectura demuestra ser capaz de proporcionar un refugio sobre las aguas. Una búsqueda de la ocupación de un territorio inmaterial Junto al Pabellón Flotante, surge otra unidad, por la necesidad de infraestructura para apoyar a sus usuarios. Su sencillo programa, alberga un vestuario y un almacenamiento de material náutico de ocio. Para tal uso se propone una estructura compuesta por tres pilares de hormigón armado, que soportan una losa maciza de 25m², también de hormigón. De esta forma, se obtiene el perímetro delimitado por la cubierta, formando un pabellón libre de paredes, teniendo su cierre formado por tableros de madera garapeira, fijados en perfiles metálicos, modulados y espaciados de 20 a 20 cm. El cierre ligero sella el conjunto y al mismo tiempo crea un elemento permeable para la ventilación y la iluminación natural, imprescindibles para su mantenimiento, además de permitir la visibilidad, trayendo los colores de la naturaleza circundante al interior del edificio. A través de las aberturas también ingresan los rayos del sol, que inciden de manera que crean un efecto notable en el ambiente interno. Al atardecer, la iluminación transmite el efecto contrario, desde el interior hacia el exterior, transformando el pequeño edificio en un faro guía en medio de la densa vegetación. Como resultado, el programa simple se desarrolla con un diseño también simple, pero eficiente y funcional, con sistemas constructivos que manifiestan la naturaleza misma de los materiales, promoviendo el diálogo entre la nueva intervención y la naturaleza circundante.