Aprender de la crisis, repensar el espacio Los Centros Históricos, al ser importantes piezas de las ciudades y parte de la identidad cultural, no pueden quedar estancados en imaginarios nostálgicos, sino que deben evolucionar con la sociedad que los habita. El proyecto, ubicado en el Centro Histórico de Cuenca y desarrollado en medio de la pandemia, buscó proporcionar espacios comunitarios a pequeña escala a través de la apertura del corazón de manzana, haciendo alusión a los patios traseros de casas en zonas de expansión de la ciudad que se tornaron indispensables para las familias en la pandemia. Conscientes de que por un lado estos espacios comunes, muchas veces improvisados, aliviaron necesidades por las restricciones de aquel entonces y que por otro transformaron las relaciones con los demás pues los allegados se convirtieron en vecinos, y los vecinos en familia. Al mismo tiempo se pensó que, una vez superada la crisis sanitaria, este enclave, se abriría a la ciudad como espacio intermedio y de transición entre lo doméstico y lo público. Además, funcionaría como catalizador para otras intervenciones similares que aprovechen los espacios residuales en las manzanas y de esta manera generar una ruta alternativa y segura para todos. El poder de la arquitectura: ser generosa al abrir y ofrecer espacio Este núcleo cultural de barrio se crea a partir de la valorización y utilización de espacios residuales de los predios de las manzanas y de la sustracción de elementos insustanciales como bodegas y cerramientos particulares. Así, al despejar, se generan tres accesos peatonales a través de la manzana, entendiendo que muchas veces no se trata de construir nuevos elementos sino de liberar el espacio. A partir de esta acción, se propone una transformación del paisaje urbano con la incorporación de área verde y vegetación y así otorgar al proyecto la condición de oasis urbano. Otra de las estrategias fue la reutilización de las casas existentes siendo conscientes de la valorización patrimonial, de las limitaciones de recursos y de la violencia que gira en torno a la demolición de edificaciones. Por eso se optó por reciclar la estructura de una vivienda sin valor especial (SV), inserta en el proyecto, con el fin de reincorporarla en las características del tramo y rehabilitarla para una biblioteca comunitaria. Asimismo, se propone el aprovechamiento de los espacios subutilizados y deshabitados de unidades educativas fuera de los horarios escolares, como las canchas, juegos infantiles y jardines.